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El asalto de Greenpeace a la planta Nueva Aldea, de Celco
Un gigante en problemas

Fuente: lanacion.cl , 25 de junio de 2006

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Tres nuevos reveses sufrió durante la semana la Empresa Forestal Celco: un informe académico responsabilizó a la planta de Valdivia por la muerte de los cisnes; la Corema de la VIII Región postergó la marcha blanca del complejo Nueva Aldea, y activistas de Greenpace –eludiendo todas las medidas de seguridad– se tomaron esa planta exigiendo medidas concretas de protección al medio ambiente. La disputa celulosas vs. comunidad parece no tener fin.

Carla Alonso
Nación Domingo


“Hace seis meses almorzó con nosotros Alberto, y yo le dije: ‘Tú tienes viñas en Colchagua. ¿Permitirías que se instale una de estas plantas frente a tu propiedad?’. ‘Nunca’, me respondió”, cuenta Laura Rivera, recordando su encuentro con Alberto Etchegaray, presidente del directorio de Celulosa Arauco y Constitución (Celco) y ex ministro del Gobierno de Patricio Aylwin.

Rivera es esposa de Fernando Giner, dueño de Viña Casas de Giner, propiedad ubicada en la confluencia de los ríos Itata y Ñuble, a sólo 500 metros de la planta Nueva Aldea y quien teme ser uno de los primeros que sufrirá las consecuencias de la puesta en marcha del complejo elaborador de celulosa.

“Cualquier contaminación que haya del aire que absorban las hojas o las uvas puede provocar un sabor distinto, y eso nos va a complicar”, reclama el viñatero, denunciando que ya sufren repercusiones. “Los compradores están escépticos. No quieren vinos del valle del Itata, porque saben que está la planta. En Suecia, a Heinrich Maennle le rechazaron un cargamento completo de vino por provenir de las cercanías de Nueva Aldea. Desde Singapur mandaron a decir a Itata Wine, el grupo de grandes viñateros al que pertenezco, que seguramente no seguirán comprando nuestro vino”.

Por esa razón, Fernando Giner vio con algo más que buenos ojos la mediática protesta realizada por una treintena de activistas de Greenpeace, quienes el miércoles pasado bloquearon el ingreso a la planta Nueva Aldea.

El complejo –que planeaba comenzar su marcha blanca el 29 de junio– significó una inversión de 1.400 millones de dólares. Producirá hasta 856 mil toneladas anuales de celulosa y dará trabajo a un millar de personas.

“Este proyecto es súper importante, porque es un megacomplejo industrial. Queremos que Nueva Aldea se convierta en una excelente noticia para todo Chile”, dice Iván Chamorro, gerente de asuntos públicos de Celco, empresa que al sumar la producción de la planta de Valdivia y la de Itata se transformará en una de las mayores productoras mundiales de celulosa.

Sin embargo, quienes viven en los alrededores de Nueva Aldea temen que no sólo los grandes viñedos, sino también los pequeños agricultores, los proyectos turísticos y los propios lugareños resulten perjudicados por los residuos que deje el proceso productivo de la empresa. Por ello estaban dispuestos a marchar –ayer sábado– hasta el ingreso de Nueva Aldea para apoyar a los activistas ecológicos que tenían planificado finalizar ayer su protesta, pero fueron desalojados el jueves por carabineros.

EL ASALTO

La inédita acción de Greenpeace –en el historial criollo– fue planificada durante dos meses y su fase final se inició a media mañana del miércoles pasado. Un camión conducido por Aldo Arratia –el soldador que trepó 90 metros por una grúa exigiendo garantías sanitarias para los trabajadores irradiados en Nueva Aldea– realizó un brusco viraje y quedó atravesado en el camino a sólo 100 metros del ingreso a la planta.

Desde el container que transportaba descendieron 14 activistas con overoles rojos y se abrazaron en parejas en torno a las ruedas del camión. Para evitar que los sacaran se amarraron con un pipeblocs: un tubo de acero no se puede cortar sin riesgo de dañar los brazos. Al mismo tiempo, protegido por la neblina, otro grupo de Greenpeace ingresó a la planta y se encaramó a la torre de una caldera de 100 metros, desde donde se descolgaron junto a un cartel que rezaba “Celco, basta de contaminar”.

Leonardo Silva, uno de los activistas argentinos, cuenta que ingresaron caminando hasta la torre, vestidos con cascos blancos, como los de los ingenieros de Nueva Aldea. “Como íbamos con los cascos de los jefes, nadie cuestionó nuestra presencia. Cuando veía uno de casco blanco caminado hacia nosotros, yo pensaba ‘hasta acá nomás llegamos’. Pero pasaban y nos decían ‘buenos días’, moviendo la cabeza. Imagínate, yo andaba con cuerdas y una mochila gigante. Y así y todo pasamos”.

El brasileño Flavio Carneiro dice que subieron más de 40 pisos en siete minutos, carga incluida. Llegaron sin aire a la cima. Minutos después comenzaron a amarrarse las cuerdas a sus caderas. La misma soga sujetaba a los activistas y al lienzo, de manera que no podían cortar el cartel sin que ellos cayeran al vacío. Y Silva agrega que mientras sus compañeros pendían de una cuerda, desplegando el lienzo, llegaron algunos ingenieros a cargo de la caldera.

“Algunos reaccionaron bien. Me preguntaban cómo diablos habíamos logrado burlar la seguridad. Incluso se pusieron a hablar pestes de Celco. Luego, aparecieron los guardias de seguridad y nos tuvieron una hora y media dentro de una sala. Finalmente, nos trajeron a la puerta, donde estaba el camión de Greenpeace”.

NO AL CLORO

Los críticos al funcionamiento de Nueva Aldea reclaman que se trata de una planificación egoísta al pretender instalarse en un zona con actividades económicas que son incompatibles con la elaboración de celulosa. Argumentan que en nuestro país los costos de producción son los más bajos del mundo –habría diferencias de 100 dólares por tonelada con otros países–, debido a que las plantas nacionales externalizan los costos medioambientales y sociales al no utilizar tecnologías amigables con el medio ambiente.

El ingeniero forestal Homero Altamirano señala que hace mucho tiempo que existen tecnologías para eliminar los malos olores que emiten las plantas de celulosa y purificar las aguas utilizadas en proceso, así como la eliminación del uso del cloro para blanquear las pastas. “En Finlandia –país que produce más de 12 millones de toneladas–, nunca supe de contaminación por humo o por mala manipulación de desechos líquidos”.

Altamirano se queja de que en Chile –donde se producen sólo tres millones de toneladas–, las empresas forestales “obtienen enormes ganancias, pero no traspasan sus utilidades a sus trabajadores y restringen los recursos destinados a mitigar los impactos ambientales”.

Eso es parte de lo que el miércoles exigían los integrantes de Greenpeace. El vocero del grupo, Samuel Leiva, señaló que querían que el gerente contestara si existen garantías de que la planta de celulosa no descargará sus residuos en el río Itata y que la empresa se comprometa a cambiar su tecnología de blanqueo a una que no contenga sustancias cloradas.

Pero usar tecnología libre de cloro no está dentro de los planes inmediatos de la empresa. “No estamos dispuestos a eso, porque no tiene sentido desde el punto de vista ambiental. La tecnología ECF es mejor que la libre de cloro ambientalmente y en calidad del producto. Por algo en Europa más del 85% de las plantas la ocupan. Respecto al blanqueo de la celulosa, estamos hablando de la misma tecnología que se usa en Valdivia. Pero Nueva Aldea es una planta más moderna, modelo 2006”, argumenta Iván Chamorro, y agrega que no hay ninguna planta de celulosa en Chile que no esté más fiscalizada y restringida que Nueva Aldea.

Obviamente, no son pocos los que discrepan con el gerente de Celco. El jueves se hizo presente en el lugar el senador (PS) Alejandro Navarro. Señaló que, “una vez más, se sobredimensionó la capacidad productiva de la planta”. Denunció, además, que pocos días atrás se produjo un derrame mientras limpiaban la caldera de Nueva Aldea. “Pediré una investigación por parte de Conama”, dijo.

Más tarde, cuando la Corema de la VIII Región tomara la decisión de aplazar la marcha blanca de la planta programada para el 29 de junio, su director regional, Bolívar Ruiz, afirmó que la resolución corresponde a un mensaje que se le quiere enviar a la empresa: “No importa si nos demoramos un poco más. Pero hagamos bien las cosas, para evitar cualquier error similar a lo que pudo haber pasado en Valdivia. La producción del primer fardo de celulosa es probable que se realice a mediados de julio”.

–¿Se debe al derrame que se produjo mientras se limpiaba la caldera? –le preguntamos a Ruiz.

–Se trató de una cañería que no funcionó como estaba establecido. Por eso hemos ido más lento, revisando cada paso que da la empresa. Lo que pasó es que se derramaron 800 litros de agua, con una solución de sosa al 0,5%. El problema es que esa sosa es un elemento súper alcalino, altamente corrosivo. La seremi de Salud decidirá si amerita un procedimiento sancionatorio. Estos incidentes nos llevan a decirle a la empresa “vamos más calmados y hagamos bien las cosas”.

–La comunidad percibe que suceden accidentes en la planta que luego se ocultan...

–La gente teme por desconocimiento. Hay muchas aprensiones respecto a la empresa. No le creen. También, hay que admitirlo, hay muchas dudas respecto a la capacidad de los órganos del Estado para fiscalizar la puesta en marcha de una planta de celulosa tan grande.

–Senadores como Nelson Ávila y Alejandro Navarro cuestionan la decisión de la Conama de que la planta pueda verter sus residuos al río Itata mientas se construye el ducto.

–Una resolución de calificación ambiental (RCA) es un acto de la administración del Estado, y esos actos son revisables a través de los medios que contempla la ley. Estamos prestos a formar una “mesa del agua” para darle tranquilidad a las 40 mil personas que toman agua potable más abajo de donde está la planta, que es la preocupación del alcalde de Trehuaco y del senador Navarro. Esa “mesa del agua” podría retrasar aún más la puesta en marcha de la planta Nueva Aldea.

Para Chamorro, el gerente de asuntos públicos de Celco, el derrame es un tema menor. “En la planta se habla de períodos, más que de fechas. Hay 15 mil equipos que debemos probar. Como queremos hacerlo bien, las instrucciones desde nuestro directorio para abajo es que la puesta en marcha se haga bajo estrictos criterios ambientales y de seguridad para los trabajadores”.

TRATADOS INTERNACIONALES

Eso es lo que no creen los vecinos, los lugareños ni los integrantes de Greenpeace. “La planta pone en riesgo el medio ambiente, la salud y la fuente laboral de más de 45 mil personas, si se vierten los residuos tóxicos al río”, dijo el vocero Leiva, durante la manifestación de protesta.

Pero los verdes dardos no apuntaron sólo a la empresa. A través de un “acta de compromiso público”, los militantes de Greenpeace exigieron que el Gobierno fortalezca la legislación vigente, específicamente el Decreto 90, con el objetivo de que la norma chilena incorpore como sustancias tóxicas a los AOX (compuestos organoclorados). La misiva –dirigida a Gunnars Luck, gerente del complejo, y a María Soledad Tohá, presidenta de la Corema VIII Región– señala que “tanto Celco como el Gobierno se deben comprometer a cumplir con los tratados internacionales, como el Convenio para la Protección del Medio Marino y la Zona Costera del Pacífico Sudeste, la Convención de Ramsar, la Convención de la Biodiversidad y el Convenio de Estocolmo”.

Al mismo tiempo, en forma paralela, se conoció que, kilómetros al sur, un nuevo estudio publicado por el geoquímico Sandor Mulsow, director del Instituto de Geociencias de la Universidad Austral, culpaba a la empresa por la muerte de los cisnes de cuello negro. El documento establece que las 40 toneladas de sulfato que la planta Valdivia, de Celco, vierte cada día al río Cruces fueron las responsables de la muerte y migración masiva de los cisnes de cuello negro del santuario de la naturaleza Carlos Anwandter.

Cerca de las 15 horas del jueves pasado, y luego de pasar una noche entera atados a las ruedas del camión, los activistas de Greenpeace fueron desalojados por la fuerza pública. El procedimiento se efectuó por petición de la empresa, previa denuncia ante la fiscalía local. Mientras el senador Navarro negociaba una salida con la empresa, personal del GOPE de Carabineros cortó las cadenas con las que los ecologistas estaban atados al camión y al container. Samuel Leiva dijo que Carabineros usó “cuchillos para sacar a los activistas”, hecho que la prensa no pudo constatar de cerca, pues una barrera de carabineros impedía llegar a la zona donde estaba el camión con el container.

Desde su casa, ubicada en el sector de Las Mariposas, en Chillán, José Miguel Fuentes, la principal víctima del accidente radiactivo en la planta Nueva Aldea, cuenta que nunca más volvería a trabajar a una celulosa. Le cuesta caminar, no puede trabajar y están estudiando si podrá tener hijos algún día. “Cada vez que voy a Santiago a realizarme controles al hospital de la Mutual de Seguridad, llega el asistente social de la empresa Echeverría e Izquierdo, para presionarme por lo que digo en la prensa”. Según cuenta, la empresa le paga un viático de 80 mil pesos mensuales, más los 350 que percibe de su sueldo. En un tiempo más deberá viajar a Francia, para ser operado nuevamente. Su vida, confiesa con los ojos vidriosos, nunca volverá a ser lo mismo. LND