Fuente: Boletín ECO, No. 7, Madrid, 12 de septiembre de 2007

Migrantes forzados por la desertificación:
Refugiados ambientales

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por Tom Kucharz

Es urgente replantear el concepto jurídico de "refugiado" para poder ampliar­lo a nuevas realidades sociales, como son las que resultan del deterioro del medioambiente. La regulación del llamado "refugiado ambiental" por el ordenamiento jurídico internacio­nal resulta imprescindible, para llenar una laguna jurídica y proporcionar una protección jurídica exhaustiva a los cada vez más numerosos desplazados por razones ambientales. Al Gobierno español y la Unión Europea por sus políticas migratorias que violan siste­máticamente los Derechos Humanos e incumplen la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados. Miles de inmigrantes mueren cada año en las rutas migratorias por las políticas restrictivas de la UE y la militarización cada vez mayor de las fronteras.

La dinámica del crecimiento eco­nómico del mercado mundial llevó al empobrecimiento y la desintegración de sociedades enteras así como a la mi­gración masiva de más de 150 millo­nes de personas. Se calcula que existen actualmente más de 22 millones de re­fugiados y 30 millones de desplazados dentro de las fronteras de sus Estados. Además, se estima globalmente que en 2010 el número de refugiados ambien­tales alcanzará la cantidad de 50 millo­nes, y más de la mitad se encuentran en África.

Las migraciones generadas por problemas medioambientales son múl­tiples y complejas. Pero se puede decir, que la desertificación es actualmente una de las causas más importantes que provocan la huída forzada de millo­nes de personas, por la imposibilidad de continuar subsistiendo en la zona afectada, al disminuir la capacidad de producir alimentos y deteriorar la bio­diversidad y el acceso al agua. Para 2020, unos 135 millones de personas corren peligro de tener que abandonar sus tierras por la continua desertifica­ción, de ellas 60 millones en África subsahariana. El Cambio Climático au­mentará los desplazamientos forzados. Según Greenpeace habrá 200 millones de refugiados ambientales del Cambio Climático en los próximos 30 años.

Las consecuencias de la migración: las zonas degradadas sufren una mer­ma importante de su población activa, dispara la situación de vulnerabilidad en los cinturones de miseria en las zo­nas urbanas, violación sistemática de los Derechos Humanos y falta de acce­so a servicios públicos básicos.

Trece años después del Primer Simposio Internacional sobre Deser­tificación y Migraciones en Almería, constatamos que los Gobiernos y las Naciones Unidas no han tomado las medidas necesarias para evitar que de­cenas de miles de personas se mueran al ser expulsados de sus hábitats por la degradación ambiental.

Desertificación significa la pérdida de sostenibilidad y equidad en la asig­nación de recursos y en la distribución transgeneracional del bienestar. Pero mientras los organismos multilaterales se centran en los fallos de los merca­dos y se analizan aspectos relativos a la valoración ambiental de los bienes y servicios que aportan las tierras se­cas, se omite, a la hora de buscar los planes de acción, las responsabilidades de las políticas públicas de los Estados, las empresas y los mismos organismos multilaterales.

Los Estados y empresas privadas son las responsables por la destrucción de la cubierta vegetal, la erosión del suelo y la falta de agua, problemas pro­vocados por la sobreexplotación de los recursos naturales y de la modificación de la naturaleza.

1. Ejemplo: Una de las razones fundamentales por la que hay más de 3.000 millones de personas en el mun­do que viven en la miseria es la deuda externa de los países empobrecidos. Este problema ha incentivado la explo­tación indiscriminada de los recursos naturales, ya que su exportación es una de las pocas formas que tienen estos países para hacerse con suficientes di­visas para poder pagar el servicio de la deuda. Procesos extractivas como la minería y la deforestación deterio­ran considerablemente los suelos y las fuentes de agua aunque benefician úni­camente a los países importadores.

2. Ejemplo: En el mundo entre 2000 y 2005 se perdieron 7,3 millones de hectáreas de bosques cada año o lo que es lo mismo 20.000 hectáreas por día. Entre las causas de la deforestación y la degradación de los bosques destacan las políticas gubernamentales de susti­tución de bosques naturales por planta­ciones industriales de árboles -palma aceitera, eucalipto, pino-, así como el avance de la frontera agrícola por los monocultivos agroindustriales para la exportación.

3. Ejemplo: Se defiende el modelo neoliberal que potencia un círculo vi­cioso en las zonas rurales: sobreexplo­tación del suelo, degradación, mayores exigencias para producir, más pobreza, inseguridad alimenticia, migración. La expansión de la agricultura se realiza a expensas de los hábitat naturales. Existe el riesgo que la deforestación parcial en las zonas tropicales pueda afectar regiones enteras con sequías e impactar la totalidad de los bosques tropicales. Ello originaría la emisión de 120 mil millones de toneladas de CO2 causando así la extinción masiva de especies de flora y fauna, alteran­do las precipitaciones en gran parte del hemisferio norte y poniendo en riesgo la disponibilidad global de alimentos.

La sustitución indiscriminada de grandes extensiones de bosques por campos de monocultivos, puede im­plicar una alteración del clima a escala regional debida a un cambio del índice de reflexión de la luz solar (albedo) y de la tasa de evapotranspiración de la vegetación, y ocasiona una pérdida de materia orgánica de los suelos e impli­ ca una reducción de la tasa de infiltra­ción del agua a favor de la escorrentía propiciando fenómenos erosivos y se reducirá la recarga de acuíferos, dis­minuyendo en definitiva el tiempo de permanencia del agua en los ecosiste­mas continentales y su capacidad de almacenamiento.

4. Ejemplo: En la actualidad, el ci­clo del agua está profundamente alte­rado. Más de la mitad de los 192 ríos más importantes del mundo se encuen­tran afectados por presas que están fi­nanciados en buena medida por dinero público o por el Banco Mundial.

El esquema clásico de desarrollo -la "revolución verde" para intensifi­car la agricultura y la industrialización de las ciudades, para absorber el éxo­do rural provocado por la agricultura industrial- ha demostrado su invalidez para resolver los problemas sociales y ambientales mundiales. Por ello es ur­gente promover políticas que reconoz­can la soberanía alimentaría como un derecho humano básico. Reclamamos una verdadera reforma agraria integral que garantice a los campesinos plenos derechos sobre la tierra, defienda y recupere los territorios de los pueblos indígenas, responda a las comunida­des pesqueras el acceso y el control de las zonas de pesca y ecosistemas, que reconozca el acceso y el control de las tierras y las rutas de migración de pastoreo, de los empleos dignos con sueldos justos, derechos laborales para todo los trabajadores, un futuro para los jóvenes del campo, revitalice la interdependencia entre productores y consumidores, la supervivencia de la comunidad, la justicia económica y social, la sostenibilidad ecológica y el respeto por la autonomía local y la gobernanza con igualdad de derechos para las mujeres y los hombres.

Sólo así podemos conservar y re­habilitar los entornos rurales, zonas pesqueras, los paisajes y los alimentos tradicionales, basándose en una ges­tión sostenible de la tierra, del suelo, el agua, las semillas, el ganado y la bio­diversidad.

Demandamos un compromiso ca­lendarizado del Gobierno español de adoptar mecanismos eficaces, partici­pativos y transparentes para: proteger jurídicamente a los refugiados ambien­tales ampliando el concepto de refu­giado; recuperar las zonas afectadas por la desertificación y aplicar políti­cas que eviten su avance; establecer, en los ámbitos que proceda, repara­ciones y responsabilidades judiciales, civiles o penales por la desertificación; la creación de un fondo de compensa­ción por los daños producidos a causa de la deuda ecológica adquirida por el gobierno español, sus instituciones pú­blicas y las empresas privadas; ejecu­tar las políticas necesarias para abolir la deuda externa; así como promover las acciones legislativas y reglamenta­rias pertinentes para frenar el Cambio Climático, adoptando objetivos obli­gatorios de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero del 80% en 2050. ?

Tom Kucharz
Ecologistas en Acción, Campaña Quien Debe a Quien


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