Opinión:

Fuente: www.porlalbre.org, 27-06-2006

CELULOSAS: UN PELIGRO PERMANENTE

Marcel Claude (*)

27.06.06.- Actualmente, el gobierno de Néstor Kirchner y el de Tabaré Vázquez se enfrentan en el Tribunal de la Haya por la instalación de dos plantas de celulosa en el río Uruguay. Los argentinos se oponen con tenacidad a esta fábrica de papel y así lo han hecho ver en cada una de las marchas y protestas que han organizado en Gualeguaychú. Conscientes del riesgo para la naturaleza, para sus actividades económicas y modos de vida, los habitantes de esta ciudad de Argentina, acompañados por organizaciones ambientales de Uruguay y Chile, rechazan la instalación de las plantas de celulosas de las transnacionales Ence (España) y Botnia (Finlandia). Es la muestra de una ciudadanía alerta, vigilante y responsable de hacer valer sus derechos.

De este mismo modo se han manifestado en Chile los habitantes de Valdivia, al sur del país, para demostrar su repudio a la empresa Celulosa Arauco y Constitución, responsable de la muerte de los cisnes de cuello negro en Valdivia. El desastre ecológico del Santuario de la Naturaleza del río Cruces, producido por esta fábrica de pasta de papel durante 2005, sensibilizó a la sociedad chilena, al punto de situar a la empresa Celco como una de las peor evaluada por la opinión pública.

Este rechazo generalizado de la población a Celco se debe a su negro historial ambiental y a su escasa preocupación por el entorno social y natural donde asienta sus plantas de celulosas. Esta despreocupación también afecta a sus trabajadores. Así quedó demostrado el 25 de enero de 2006, cuando murió uno de sus empleados. El geólogo Luis Alejandro Barrios Álvarez, de 45 años, falleció por inhalación de gases en un vertedero de la misma empresa de celulosa.

A este episodio se suma la triste historia que vive hoy un ex trabajador de Celco. Francisco Rojas se desempeñaba hasta diciembre del año pasado como operador de gammagrafía en la construcción del complejo de esta celulosa en la Octava Región, al sur de Santiago. Su labor era controlar la calidad de las soldaduras a través de una fuente radiactiva. Durante 12 horas diarias, ejecutaba esta tarea de alta peligrosidad para su salud, pero nunca recibió información de los riesgos de manipular elementos radiactivos.

Lamentablemente, el 15 de diciembre de 2005 se produjo el primer accidente radiactivo que Chile registre. La víctima fue Francisco Rojas, quien sin percatarse dejó caer una cápsula de iridio 192. Luego de dos semanas, este empleado de Celco comenzó con mareos y malestares en su cuerpo, pero a esas alturas ya había sido despedido injustamente por la empresa, sin indemnización y sin causa justificada.

Francisco estaba cesante cuando la Mutual de Concepción confirmó el diagnóstico de los malestares que le aquejaban: quemaduras radiactivas. Sin trabajo, con dos hijos pequeños, con fuertes dolores y en el absoluto abandono de Celco, este trabajador sufrió en carne propia el desprecio por los empleados que expresan los grandes grupos económicos en Chile. Según la Organización Internacional del Trabajo, sólo el 30% de los empleos es considerado decente en Chile.

Francisco fue una víctima más de la precariedad laboral, que tanto abunda en las fábricas de pasta de papel. Uno de sus compañeros, Miguel Ángel Fuentes, también afectado por el accidente radiactivo de Celco, ha corrido mejor suerte, pues está siendo tratado en Francia y ha evolucionado adecuadamente al tratamiento.

Sin embargo, ambos sufrieron el riesgo de enfrentarse a la nula preocupación de la celulosa por el bienestar de sus trabajadores. Es decir, las fábricas de pasta de papel no sólo son un serio peligro para el medioambiente, sino también para sus operarios.//pll

*economista y director ejecutivo de Oceana y columnista de pll.