Celulosa contamina Santuario de la Naturaleza

Fuente: www.lanacion.cl (08/07/05)

CIEN FICHAS CLÍNICAS REVELARÍAN EFECTOS DE TÓXICOS EN LA SALUD DE LOS LUGAREÑOS
Médicos acusan a Celco de causar graves patologías

Crisis de pánico, vómitos y afecciones a las vías respiratorias son algunos de los síntomas que afectan a los habitantes de San José de la Mariquina. Según médicos de la zona, estos cuadros están asociados a los gases que emanan de la planta del grupo Angelini. Se trata de casos que están en conocimiento del Servicio de Salud y la Conama. Aunque ambos organismos les restan validez.

Carla Alonso/Cristián Arriagada

Cristina y su marido, Víctor Hugo Henríquez, viven en la localidad rural de Santa Rosa, a seis kilómetros de la Planta Celulosa Valdivia. Llegaron a San José de la Mariquina hace diez años, buscando una mejor opción de vida. Querían encontrar aire limpio para que sus pequeños, que son asmáticos crónicos, pudieran crecer felices.

“Nosotros arrancamos de Nacimiento, una ciudad devastada por la celulosa, donde al levantarse se podían ver los químicos amarillos que caían del aire con el rocío. Vivíamos escuchando casos de personas que les habían detectado cáncer al estómago por la contaminación del agua y no queríamos eso para nuestros hijos. Hoy, lamentablemente, estamos pensando en irnos de San José porque la situación que vivimos es insoportable”.

Al igual que los Henríquez, muchas familias de pueblos aledaños a la celulosa han experimentado cómo su salud empeora desde que comenzó el funcionamiento de la planta de Celco, en enero de 2004.

Desde entonces, un olor pestilente y cargado de tóxicos circula por el aire de San José, Los Ciruelos, Estación Mariquina, Rucaco, Raluya y otros pueblos, vistiendo de pestilencia el paisaje y la vida diaria de las personas.

Según la Resolución de Calificación Ambiental -que en 1998 autorizó el funcionamiento de la planta-, las emanaciones de Celco no serían percibidas a más allá de 4 kilómetros de la planta. Pero en ocasiones, este rango se ha extendido a más de 50 kilómetros, llegando hasta Valdivia y Loncoche, y desconcertando a las personas que al comienzo atribuían el aroma a los sistemas de alcantarillado.

Enfermedades al acecho

Cuadros de cefaleas, mareos, vómitos, laringitis y faringitis irritativas, alzas de presión y obstrucción de las vías respiratorias - todos asociados al mal olor - comenzaron a manifestarse en la población. Corría enero de 2004. Estos hechos no pasaron inadvertidos para el fallecido doctor Juan Ramón Silva, un médico de gran trayectoria que vivía en San José.

En su consulta controlaba a las personas que no se atendían en los servicios de salud pública. Así empezó a detectar que gran parte de los síntomas se asociaban con la inhalación de tóxicos en el aire. En palabras simples, al mal olor que emanaba la planta de celulosa.

Silva atendió más de 400 casos y registró 200 fichas clínicas que fueron solicitadas al Servicio de Salud de Valdivia. En ellas se especificaba las enfermedades y un mismo foco de contagio: causas ambientales, según consta en los documentos a los que tuvo acceso La Nación.

El doctor Silva falleció el 31 de diciembre de 2004 debido a un paro cardíaco. Semanas antes, presentó los antecedentes ante la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados. “Tengo un registro de video que muestra esa ponencia -cuenta el médico valdiviano Eduardo Israel-. Luego de su muerte, su familia me mandó las fichas y en marzo de este año se las reenvié al doctor Rodrigo Riffo para que rectificara. Él seleccionó cerca de 100 casos representativos”, cuenta Israel.

Además, estos antecedentes fueron entregados en enero a José Luis García Huidobro, director de la Conama de la X Región. Él a su vez se los remitió al Servicio de Salud respectivo. Después de varios viajes epistolares, el organismo público realizó un breve pero concluyente informe que toma los datos estadísticos de 2000 a la fecha, y los compara con años anteriores. “El año pasado hubo 90 situaciones críticas, pero en 2003 se registraron 1.060 casos. La información dice que el 2004 no ha existido ningún evento especial. Antes era igual y peor, por lo tanto, no se puede señalar una causa-efecto entre los síntomas y la celulosa”, cuenta García - Huidobro.

CASOS COMPROBADOS

Pero lo que ignoran las autoridades sanitarias es que el doctor Riffo certificó -en abril de este año- los casos de pacientes que presentan graves patologías asociadas a los contaminantes de la planta.

Riffo es médico cirujano y trabaja en el hospital Santa Elisa, de San José. Él comprobó que 100 fichas de sospecha de intoxicación -que habían sido recopiladas por el doctor Silva-, correspondían a pacientes reales. Esas fichas se encuentran ahora bajo su custodia. Y gran parte de los pacientes aún exhiben la misma sintomatología (ver documento).

Cefaleas, nauseas, vómitos, faringitis, crisis de pánico, trastorno del sueño, anorexia y síndrome angustioso. Estos son algunos de los catorce “síntomas, síndromes y patologías que presentan pacientes expuestos a las emanaciones de la Planta Celulosa Valdivia”, señala Riffo en un documento firmado el 5 de abril de 2005.

Riffo trabajó directamente con el doctor Silva y por eso se interiorizó de los cuadros que aquejaban a la gente de San José. “No hay duda de que las afecciones que tenían los pacientes eran por la contaminación, específicamente, por la inhalación de los fuertes olores emanados por la celulosa. Yo he visto irritaciones de las vías respiratorias, como faringitis irritativas, bronquitis crónicas, cefaleas y cuadros de síndrome vertiginoso, que eran producidos por la respiración de los tóxicos en el aire”.

De cincuenta pacientes diarios que atendía entre el hospital y su consulta, 15 casos correspondían a esos diagnósticos. Eso era algo habitual hasta que los olores comenzaron a declinar. “Porque la celulosa instaló los sistemas de abatimiento de olores, producto de la multa que le cursaron -dice Riffo-. Sin embargo, los cuadros seguían porque sólo le sacaron el mercaptano a los gases, que era lo que producía el mal olor, pero las toxinas seguían ahí y continuaban enfermando a la gente”.

El médico Eduardo Israel reafirma que los cuadros presentados coinciden con las emanaciones de la planta. “No sólo porque había olor y la gente presentó esos síntomas, sino además en el tipo de estos: el dióxido de sulfuro, el mercaptano, son irritativos de las mucosas nasal y bronquial, y generan traqueitis, bronquitis, rinitis, pólipos nasales, nauseas, vómitos, dolores de cabeza. Los síntomas son absolutamente relacionables con los episodios de grandes emisiones, que fueron constantes a lo largo del tiempo”.

SANCIONES

Waldo Gallardo, fiscalizador de la seremi de salud de la X Región, ha sido testigo de esta historia. Él cuenta que a raíz de un gran evento de olores que hubo el 15 de abril del año pasado, “aparecieron cerca de 50 personas atendidas en el consultorio de Mariquina. Ahí nos contactamos con el doctor Silva que tenía más antecedentes de complicaciones de salud atribuidas a los malos olores”.

Gallardo explica que analizaron los datos en el Laboratorio de Epidemiología Ambiental del Servicio de Salud, para ver qué casos se podían atribuir a la celulosa. “La conclusión fue que varios estaban asociados a peaks que había presentado la celulosa; altas denuncias estaban vinculadas al problema de olores. En ese tiempo, a lo menos había un evento mensual. El peor de estos fue el 15 de julio”.

Ese año, el Servicio de Salud realizó dos sumarios sanitarios en marzo y julio. Estos se tradujeron en multas de 1.000 UTM cada una. La razón fue por emitir olores molestos a la comunidad y provocar daño a la salud de las personas. Además, se agregarían otras sanciones por el fallecimiento de cuatro trabajadores en el período de construcción de la planta. Esto por deficiencias en la prevención de riesgo, por lo que también fueron sancionadas otras empresas subcontratistas.

OLOR A CÁNCER

En relación a la posible presencia de agentes cancerígenos en las emanaciones de la celulosa, Israel explica que en el proceso de blanqueo de la celulosa con dióxido de cloro, se lanzan al aire dioxinas, furanos y fenoles policlorados, contenidos en los AOX (compuestos halogenados absorbibles), constituyendo el 1%. “Es un hecho comprobado de que todas las plantas de celulosa en el mundo emiten dioxinas al aire, al agua y a sus lodos de decantación, que son las tres formas de contaminación”.

Según el Instituto Nacional del Cáncer, las dioxinas son cancerigenos tipo 1, es decir, tienen un alta probabilidad de generar cáncer en personas que estén expuestas a un contacto directo. Su volumen en las emisiones del proceso de la celulosa depende del método de producción como del tipo de blanqueo que utilice.

“El dióxido de cloro es producido por la planta de celulosa y puede presentar distintos grados de impureza. Por otro lado, las dioxinas no se perciben en el aire y no son solubles en el agua, ya que su composición es lipofílica: se adhiere al tejido graso de plantas y animales. Por ello, Celco no puede detectar en sus mediciones, con exactitud, sus niveles de dioxina, ya que las realiza en el agua y no en las plantas, sedimentos o lodazales”, concluye Israel.

El doctor Andrei Tchernitchin, toxicólogo de la Universidad de Chile y experto en dioxinas, aclara que “lo que le pasa a los cisnes son síntomas de algo que está en el ambiente donde respiran las personas. Todo lo que presentan los cisnes, desorientación en el espacio, incoordinación motora, debilidad muscular, pérdida del interés por el sexo opuesto, son síntomas producidos por las dioxinas y los órganos clorados. Y eso mismo les va a pasar a las personas. Además, las dioxinas son el cancerígeno más potente”.

Respecto a la posibilidad que Celco libere dioxinas al ambiente, Tchernitchin dice que “todos los procesos que utilizan cloro o compuestos clorados para producir celulosa, liberan dioxinas. Cuando usan cloro que no es óxido de cloro, liberan el doble de dioxinas. Celco los estaba usando”.

La Ley N° 19.300 del medio ambiente, en su artículo N° 24, no considera a las dioxinas en los estándares ambientales. Esto dificulta el monitoreo de los AOX en las emanaciones y riles de la planta Celco, como también su proyección.

Frente a la posible presencia de altos niveles de AOX en las emanaciones que Celco libera al aire y agua, podrían gestarse -en 20 años- cuadros de cáncer en las personas. Según Israel, “además del cáncer, que en estos últimos diez años ha tenido un aumentó considerable en Chile, se producirían otras repercusiones como alteración en la reproducción, mutaciones en las células y disminución inmunológica”.

Si de descargas de riles se trata, la Corema autorizó a la planta a verter 150 kilos diarios de AOX (1.5 kilos de dioxinas), a un lugar especial o calificado. Este lugar -dice Israel- es el río Cruces, que no tiene capacidad de diluir sus aguas, ya que no posee efluentes que tiren los riles al mar.

“Como el río no tiene evacuación ni flujo de sus aguas, se rebasa, inundando los predios y pozos de la gente. Esto genera que los productos agrícolas, los animales que consumimos, la tierra, el agua y los peces, tengan altas concentraciones de dioxinas que se acumulan en sus tejidos grasos. El desenlace es predecible. Sólo hay que seguir la cadena alimentaria para llegar al ser humano”, asegura el especialista.

Todas estas posibles repercusiones son materia de investigación a nivel local. “Me parece inaceptable lo que se ha declarado sobre los cuadros sintomáticos en San José, de que serían una crisis de histeria colectiva. Creo que es una falta de respeto hacia la salud de la gente y digno de personas que no han aspirado los tóxicos que salen de las chimeneas de la celulosa”, concluye Israel.

La Nación tomó contacto con la celulosa y la empresa de comunicaciones que la representa. Sin embargo, no obtuvimos respuesta.