Celulosa contamina Santuario de la Naturaleza

Supervivencia de Celco: Una Empresa Cínicamente Sustentable

Marcel Claude

Sabemos que la planta ha violado sistemáticamente la ley ambiental y, aún así, haciendo gala de un cinismo evidente, se permite decir que reconoce la importancia de desarrollar su negocio implementando las medidas necesarias para proteger el medio ambiente.

La falta de respeto y el atropello a la razón se ha hecho carne –para nuestra indignación- con la conducta poco honesta de la Celulosa Arauco a lo largo del proceso conocido como el Caso Cisnes. La pérdida de pudor y la impunidad llegaron al extremo con el fallo de la Corte Suprema, basado en un informe falso de la Universidad de Concepción presentado en tribunales por los propios abogados de Celco y de otro inexistente.

Este episodio ha sido el clímax de una campaña para blanquear la imagen ambiental y social de la Celulosa Arauco a lo cual se suma la irresponsable decisión de la Corema y, particularmente, del Intendente de la Región de Los Lagos, Jorge Vives, de permitir el funcionamiento de esta planta que ha provocado tanto daño y que, entiéndase textualmente, tantos dolores de cabeza le ha causado a los ciudadanos de San José de la Mariquina y de Valdivia, así como a todos los que se han visto afectadas por la destrucción del humedal a lo largo del país. Resulta irritante que, a pesar de haberse establecido que dicha planta es significativamente responsable del daño al humedal, se haya permitido continuar con su funcionamiento.

Sabemos que la planta ha violado sistemáticamente la ley ambiental y, aún así, haciendo gala de un cinismo evidente, se permite decir que reconoce la importancia de desarrollar su negocio implementando las medidas necesarias para proteger el medio ambiente. Pero una empresa realmente conciente habría realizado un Estudio de Impacto Ambiental que hubiese permitido anticipar y, en consecuencia, descartar y evitar el impacto adverso de sus descargas en el río Cruces -la muerte y migración de aves en el Santuario Carlos Adwanter. No obstante, como esos estudios son financiados y contratados por el propio inversionista, no es sorprendente que sirvan para blanquear imagen y cumplir un trámite.

A su vez, una celulosa responsable no daría por sentado que la generación de dioxinas sea un tema cerrado por el hecho de haber adoptado un blanqueo Libre de Cloro Elemental, ya que aún cuando disminuye la emisión de dioxinas a la atmósfera, su reducción no es tan buena como la del blanqueo Libre de Cloro Total, que la planta no utiliza. Metsä-Rauma en Finlandia es una planta que usa el sistema Libre de Cloro Total, para producir 570 mil toneladas anuales de pulpa de celulosa, un volumen muy similar a lo proyectado para Celco.

No es cierto, también, que esta celulosa cuente con la mejor tecnología existente para el tratamiento de efluentes líquidos. Celco hace un tratamiento terciario, pero este sólo permite remover compuestos organoclorados y metales pesados hasta un cierto porcentaje, con lo que no es posible recuperar plenamente el agua para ser reutilizada.

Una tecnología eficiente, no usada por Celco, se basa en el principio de membranas permeables, donde cada una de éstas actúa como un filtro que sólo deja pasar el agua, reteniendo todos los sólidos suspendidos y las sustancias que no fueron capturadas en la etapa anterior. Además, evita la necesidad de utilizar enormes volúmenes de agua, pues permite reutilizarla y así, evitar las descargas que tradicionalmente hacen las celulosas. Con esta tecnología no hay descargas en los cursos naturales, pues es un sistema de emisión de efluentes líquidos denominado “cero descarga”. Un ejemplo de esto es una planta alemana (Wörth), con una producción anual de 600 mil toneladas, emplazada al costado del Rhin, nada menos que la vía fluvial más utilizada de la Unión Europea.

Todo este planteamiento puede parecer un discurso conservacionista y desubicado que no tiene en cuenta el desarrollo del país, ni las urgentes necesidades que nos instan a superar la pobreza, tal como lo plantean los “quijotescos caballeros” partidarios de la celulosa. Siendo esta planta una mega inversión que contribuiría al desarrollo del país, bien podríamos postergar nuestras metas de ecologistas financiados por países desarrollados –y algunos por la competencia, según se nos acusa-, a fin de superar las desigualdades y mejorar las condiciones de vida de los chilenos. Pero, lamentablemente, para los “apasionados por la causa de la justicia” que empujan estos proyectos de inversión, en la naturaleza hay más coherencia que en el “sincero y caritativo corazón cristiano” de Alberto Etchegaray. Una cosa implica la otra y cuando hay destrucción de la naturaleza no humana, también hay destrucción de la naturaleza humana.

En el plano macroeconómico, el cinismo descarnado a que recurre la celulosa es un indicador de la miseria y subdesarrollo que nos regalan este tipo de proyectos. En relación a los costos de inversión, de acuerdo a nuestras indagaciones, una planta de Osmosis Reversa que eliminaría toda la contaminación de la celulosa Valdivia costaría en Estados Unidos alrededor de US$ 621 millones de dólares. En consecuencia, el costo total de la inversión, incluyendo este sistema llegaría a los US$ 1.666 millones de dólares. Tomando como base la información de Celco respecto a sus utilidades anuales por venta de celulosa, una tasa de interés del 10% anual y una producción de 550 mil toneladas anuales de celulosa, correspondiente a la capacidad máxima de la planta Valdivia, la rentabilidad final del proyecto ascendería al 20%, lo que es una rentabilidad apropiada para cualquier proyecto de inversión, puesto que supera la tasa de interés financiero de largo plazo.

Considerando sólo un tratamiento terciario, la rentabilidad del proyecto es superior al 70%. Sin embargo, es una rentabilidad anormal que se explica por hacerle pagar los costos a la sociedad. En conclusión, todo lo que gana el Grupo Angelini más allá del 20%, lo pierden los chilenos, los valdivianos, en costos de salud, de vida, de trabajos que desaparecen. Lo que uno gana los otros lo pierden.

Más absurdo y cínico resulta el argumento de promover el interés general del país, cuando sabemos que, en Chile, el 70% de los ingresos obtenidos por la industria del papel enriquece sólo a los dueños del capital, mientras que apenas un 15% se destina a los trabajadores menos calificados, que ganan alrededor de 150 mil pesos mensuales.

* Por Marcel Claude, Director Ejecutivo
Oceana, Oficina para América Latina y Antártica