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Proyecto Minero Pascua Lama
por Antonia Fortt y Cristián Gutiérrez De la aprobación de Pascua Lama, así como de otros casos emblemáticos, se desprende que el concepto de desarrollo sustentable usado por CONAMA está lejos de la definición aceptada internacionalmente. El paradigma de la sustentabilidad propone un nuevo modelo de desarrollo económico, lo que se manifiesta en un cambio en las formas de producción y en los hábitos de consumo de las sociedades modernas donde la conservación del capital natural, la capacidad de carga de los ecosistemas y la equidad social son los pilares fundamentales. Por lo tanto, el desarrollo sustentable significa mucho más que compatibilizar el crecimiento económico con la protección del medioambiente; teniendo como eje central de su accionar la crítica y revisión constante de cómo las sociedades crecen económicamente. Es más, desde la sustentabilidad uno podría, con el sólo dato de que Lagos fue el presidente que más ha gastado en armamentos desde 1896, y siendo Chile el décimo país con la peor distribución del ingreso en el mundo el 2005, catalogar al Gobierno de Lagos como uno de los cualitativamente más insustentables de nuestra historia republicana. De acuerdo a lo anterior, la problemática ambiental no se acota a la esfera institucional como lo plantea Paulina Saball, sino que más bien abarca la estrategia de desarrollo que ha seguido Chile como país, donde obviamente la institucionalidad es una dimensión importante, pero una entre muchas otras. De hecho desde la óptica del desarrollo sustentable es mucho más relevante evaluar la gestión de los ministros de Economía y Hacienda, para evaluar la gestión ambiental del Gobierno de Lagos ya que son ellos los que determinan finalmente la pauta de desarrollo que seguirá nuestro país. En este sentido, exigir más recursos y facultades para un organismo como CONAMA, que es más bien un adorno -para no decir un estorbo- dentro de la política económica que ha seguido la Concertación solventada fuertemente en las exportaciones y en las inversiones extranjeras, basadas ambas en la explotación de nuestro capital natural, es no entender la actual dinámica económica y menos la crítica desde la sustentabilidad. Prueba de lo último es que Saball suma entre sus triunfos la evaluación de desempeño ambiental de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos), cuando la verdad es que en ese informe Chile cayó siete lugares y dejó planteados enormes desafíos en prácticamente todas las esferas involucradas: política fiscal para un desarrollo sustentable, ordenamiento territorial, gestión ambiental integral, inserción ambiental internacional, etc. Los éxitos que muestra Saball en materia medioambiental se circunscriben exclusivamente a temas conservacionistas (Política Nacional de Áreas Protegidas, Estrategia Nacional de Humedales, Política Nacional de Especies Amenazadas, etc.) que indudablemente constituyen avances, pero que son por sí solos absolutamente insuficientes para hablar de una estrategia nacional hacia un desarrollo sustentable. Por ejemplo, la Estrategia Nacional de Humedales no se hubiese concretado de no haber ocurrido el desastre del río Cruces, y ni siquiera ha probado su eficacia, pues ya la COREMA de la Décima región autorizó un proyecto para descargar aguas servidas en el Humedal del Estero Carrión, en Maullín. Pero lo que menos se entiende de la autoevaluación de CONAMA, es que reconoce como un triunfo propio la mayor participación ciudadana en materia ambiental, cuando la verdad es que los hechos demuestran todo lo contrario: en proyectos tan importantes como CELCO y Pascua Lama, la ciudadanía ha estado ausente en las esferas donde se toman las decisiones y han tenido que expresar su preocupación y descontento (contra las empresas y el Gobierno que Paulina Saball representa) principalmente a través de las movilizaciones y una sólida organización de la base social, constituyéndose esto último, sin lugar a dudas, en lo más trascendental en materia ambiental del año pasado. (*) Antonia Fortt, ingeniera ambiental y Cristián Gutiérrez, economista, ambos son directivos de Oceana. Santiago de Chile, 22 de febrero 2006 |
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