IPS (24 de octubre de 2007)

"Es otra forma de subsidiar a las grandes corporaciones agroindustriales"
Se hace humo esperanza en los agrocombustibles

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Por Stephen Leahy

TORONTO, oct (IPS) - Nuevos estudios revelan que los miles de millones de dólares invertidos en Estados Unidos y Europa para promover los biocombustibles son una forma de subsidiar a corporaciones agroindustriales antes que una respuesta efectiva contra el calentamiento global.

No sólo la mayoría de los métodos para producir combustibles destilando ciertos vegetales poco ayudan a reducir las emisiones de gases invernadero, responsables del cambio climático según la mayoría de científicos, sino que cosechar las materias primas necesarias requiere gran cantidad de agua, además de fomentar el uso de plaguicidas y provocar deforestación en países tropicales, dicen esos informes.

El auge de los biocombustibles, impulsado por miles de millones de dólares en subsidios gubernamentales, provocará un aumento de entre 20 y 40 por ciento para 2020 en el precio de los alimentos, según el no gubernamental Instituto de Investigación de Políticas Alimentarias, con sede en Washington.

El maíz, la caña de azúcar, la soja y la palma aceitera son los principales cultivos de los que se refina etanol o biodiésel.

"En resumidas cuentas, usar comida para producir combustibles es una idea estúpida", dijo a IPS Ronald Steenblik, director de investigaciones de Global Subsidies Initiative del Instituto Internacional para el Desarrollo Sustentable, con sede en Ginebra.

"Es otra forma de subsidiar a las grandes corporaciones agroindustriales y constituye una distracción del problema real, que es reducir las emisiones de gases invernadero", agregó.

Dos nuevos estudios, de los que Steenblik es coautor, destacan que producir combustible a partir del maíz, la soja o la caña de azúcar es increíblemente caro. Su análisis señala que el apoyo gubernamental alcanzó en 2006 los 11.000 millones de dólares al año para los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que reúne entre sus miembros a todos los países industriales.

Más de 90 por ciento de esos subsidios correspondieron a Estados Unidos y la Unión Europea y, según el informe, probablemente llegarán este año a los 13.000 ó 15.000 millones de dólares. "Se incrementan a medida que la industria se expande", dijo Steenblik.

Se tendrían que gastar más de 100.000 millones de dólares anuales para alcanzar una proporción de producción de biocombustibles equivalente a 25 ó 30 por ciento de las necesidades del transporte. Y ese monto de subsidios debería mantenerse, ya que la industria depende de ellos, agregó.

Esa inversión tendría sentido si se lograra una baja importante en las emisiones de gases invernadero, pero Steenblik calcula que para producir la cantidad de etanol requerida para reducir el equivalente a un tonelada de dióxido de carbono se gastan entre 2.980 y 6.240 dólares, según el tipo de programa de incentivos que se aplique.

Varios estudios han demostrado que el impacto ambiental de producir maíz, transportarlo y convertirlo en etanol se traduce en una pequeña reducción de emisiones de gases invernadero en comparación con los combustibles fósiles. Y en algunos casos los resultados pueden ser aún más desalentadores.

El biodiesel elaborado a partir de la colza y el etanol de maíz pueden provocar 70 y 50 por ciento más de emisiones, respectivamente, que los combustibles fósiles, según un trabajo publicado en septiembre por el ganador del premio Nobel de Química, Paul Crutzen, de la Universidad de Edimburgo, junto con su colega Keith Smith.

Esos investigadores determinaron que la destilación de esos vegetales libera más del doble de lo que se suponía hasta el momento de óxido nitroso, un potente gas invernadero, a causa del empleo de fertilizantes que contienen nitrógeno.

Alrededor de 80 por ciento del biocombustible de Europa proviene de la colza, mientras que en Estados Unidos se emplea fundamentalmente el maíz para fabricar etanol.

"Probablemente no ofrecen ningún beneficio y de hecho están empeorando la situación", señaló Smith en declaraciones a la prensa.

En enero, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, fijó una meta de producción de 132.000 millones de litros de biocombustible para 2017, más de cinco veces el nivel actual.

Esta meta dejaría varias vías fluviales de ese país contaminadas y provocaría severa escasez de agua en varias regiones, advirtió la Academia Nacional de Ciencias estadounidense.

El empleo adicional de fertilizantes contribuirá a la expansión de plantas acuáticas que producen "zonas muertas" como las ya existentes en el Golfo de México, señaló el informe.

Advertencias similares fueron hechas por el Instituto Internacional para Manejo del Agua en Sri Lanka, respecto del creciente interés de China e India en los biocombustibles. Se recomendó a ambos países que invirtieran en la llamada segunda generación de tecnología para este tipo de combustible, que se basa en la celulosa y no podrá ser comercializado por varios años.

"Los subsidios para el etanol apuntan más a asegurar los votos de los poderosos grupos de presión agrícolas que a obtener beneficios ambientales", dijo Walter Hook, director ejecutivo del no gubernamental Instituto para Políticas del Transporte y el Desarrollo, con sede en Nueva York.

Programas más simples y baratos, como la imposición de un arancel para quienes conduzcan vehículos en la zona céntrica de las ciudades o el programa aplicado en París para fomentar el uso de la bicicleta reducen las emisiones en forma inmediata y con un costo muy bajo, indicó Hook en una entrevista.

Esa iniciativa se puso en práctica en París en julio, con la oferta de miles de bicicletas en alquiler a bajo costo (los primeros 30 minutos son gratuitos). Millones de viajes se realizaron en los primeros 17 días. "Es asombroso. Todas las ciudades deberían pensar en hacer algo así", dijo Hook.

Una agencia de publicidad provee las bicicletas gratis, administra el sistema y otorga a la ciudad todas las ganancias, además de 4,3 millones de dólares al año a cambio del control exclusivo de todas las pantallas de publicidad en la vía pública.

El experto en transporte canadiense Todd Alexander Litman ha demostrado que los combustibles más eficientes y menos contaminantes tienen como resultado que la gente use más los automóviles. "Se producen más congestiones de tránsito, más accidentes, aumenta el costo del estacionamiento y deja sin opciones a quienes no tienen un vehículo", indicó.

Litman propone alternativas para reducir el tránsito entre 30 y 50 por ciento, que incluyen convertir las áreas urbanas en zonas más aptas para peatones y la creación de sendas para bicicletas. Ninguna de ellas requiere producir más biocombustibles.

"Subsidiarlos es una tontería", señaló a IPS.

El relator especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el derecho a la alimentación, Jean Ziegler, enfatizó que incrementar la producción de biocombustibles será "un desastre total" para la gente que sufre hambre.

"Existe el serio riesgo de crear una batalla entre combustible y alimentos que dejará a los pobres y hambrientos en los países en desarrollo a merced de los rápidos aumentos en el precio de la comida, la tierra o el agua", afirmó Ziegler al hablar en agosto ante la Asamblea General de la ONU.

El 25 de octubre, Ziegler pedirá al foro mundial que adopte una prohibición por cinco años a la conversión de tierras con el objeto de dedicarlas a producir biocombustibles.

A pesar de estas evidencias, los gobiernos continuarán dedicando miles de millones de dólares para fomentar su producción, opinan algunos. "Raramente se deja de lado un subsidio. Esperamos que los países entren en razones en los próximos años", dijo Steenblik.



IPS (19 de octubre de 2007)

Biocombustibles luego de la euforia

Por Fabiana Frayssinet

BELO HORIZONTE, Brasil, 19 oct (IPS) - Pasada la euforia inicial de Brasil por convertirse en la "gran potencia bioenergética", autoridades, académicos y activistas discuten soluciones para minimizar los eventuales efectos sociales y ambientales de los llamados "combustibles verdes".

El síntoma de esa preocupación se vio reflejado en la VII Conferencia Latinoamericana sobre Medio Ambiente y Responsabilidad Social (Ecolatina), que se realizó entre el martes y este viernes en la sudoriental ciudad brasileña de Belo Horizonte, y que este año tuvo como tema central los efectos de los cambios climáticos en la región.

Varios foros y seminarios de la conferencia convocaron a especialistas para debatir desafíos y oportunidades de las energías renovables, particularmente los biocombustibles, alcohol carburante y biodiésel destilados de vegetales como caña de azúcar, maíz, soja, girasol y ricino, entre otros.

Según datos presentados por Ecolatina, la bioenergía es un mercado en rápida expansión que en los últimos años recibió inversiones de unos 21.000 millones de dólares.

El temor es que esa vertiginosa y creciente demanda provoque aumentos en el precio de los alimentos e impactos ambientales por la expansión de áreas de monocultivo para los también llamados "agrocombustibles".

La preocupación que lanzaron inicialmente organizaciones campesinas y académicas se "institucionalizó" a partir de un informe divulgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), en junio pasado.

Según el estudio de la FAO, la creciente demanda de biocombustibles podría aumentar este año los gastos globales de la importación de alimentos en cinco por ciento, para alcanzar un valor récord de 400.000 millones de dólares.

El estudio se refiere especialmente al precio de los granos y aceites vegetales usados a gran escala en la producción de los biocombustibles, como el maíz en Estados Unidos.

Brasil produce actualmente alcohol carburante o etanol, que se mezcla con gasolina, a partir de caña de azúcar, y estudia elevar su producción de biocombustibles sobre todo a partir de enero de 2008, cuando entrará en vigencia una ley que obligará a utilizar una mezcla de dos por ciento de biodiésel en los vehículos que funcionan a gasóleo.

En términos de producción, eso significará una demanda de unos 850 millones de litros el primer año, volumen que aumentará progresivamente hasta 2013, cuando la mezcla obligatoria pase a ser de cinco por ciento de biodiésel, dijo a IPS Jorio Dauster, presidente de Ecodiesel, empresa que produce 55 por ciento de ese tipo de combustible en Brasil.

Mozart Queiroz, gerente de desarrollo energético de la empresa petrolera estatal Petrobras, cree que en el caso de Brasil "es posible mantener el equilibro entre la producción de alimentos y energía".

A diferencia del maíz utilizado en Estados Unidos para destilar etanol, lo que elevó su precio, en Brasil la mayor producción se obtiene a partir de la soja, un grano del que se extrae tanto la parte seca proteínica destinada a alimentación humana o animal, como el aceite para biodiésel.

"El desafío es garantizar una producción de forma sustentable", dijo a IPS el ejecutivo de Petrobras que, siendo una tradicional empresa de petróleo y gas ahora también apuesta a los biocombustibles.

La opinión es compartida por Dauster, quien afirma que el dilema "bioenergía o alimentos" es "falso".

Dauster argumentó que si aumenta la demanda de biocombustibles, como en el caso del obtenido de la soja, se elevará en la misma proporción su producción alimentaria porque "no hay como extraer su aceite sin extraer su harina".

El empresario, que cuenta con seis usinas de biodiésel en todo el país y que invierte en el estudio de otras fuentes, como ricino y piñón, recordó que los dos principales motivos para estimular ese tipo de energía son la necesidad de sustituir los combustibles fósiles no renovables y la de aminorar sus emisiones nocivas de gases de efecto invernadero, considerados responsables del calentamiento global.

Aunque eventualmente haya un aumento del precio de los alimentos, la opción estratégica es escoger el mal menor, agregó.

"Si disminuye la oferta de petróleo --un recurso fósil no renovable-- y por lo tanto su precio, en el futuro también habrá un aumento del precio de los alimentos", anticipó.

"Y si no combatimos el calentamiento global, habrá mayores sequías e inundaciones, que perjudicarán especialmente a los más pobres", agregó.

No es la misma opinión que tienen otros expertos presentes en Ecolatina, como Roberto Smeraldi, de la organización no gubernamental Amigos de la Tierra.

Si bien tanto las plantaciones para alimentos como para combustibles pueden tener efectos sociales y ambientales "si no son cultivadas de forma sustentable", en el caso de un aumento masivo de las áreas de cultivo para biocombustibles, esos impactos podrían ser aun mayores.

"En los últimos dos años hubo un crecimiento del ganado en la región amazónica de casi dos millones de cabezas anuales y, por primera vez, en el (sureño) estado de São Paulo perdimos más de medio millón de cabezas" en el mismo período, ejemplificó Smeraldi. El fenómeno se atribuye "sin duda" a un aumento, casi en la misma proporción, de cultivos de caña en esa zona sur.

Además, la creciente demanda de áreas de cultivo para ese fin "sin duda resulta en una mayor competencia por la tierra y aumento de su precio" y cuando eso ocurre se puede producir una "expulsión de los campesinos más pobres", sostuvo.

Para el director de Amigos de la Tierra - Brasil lo importante es que el gobierno promueva una verdadera regularización agraria para dar tenencia segura de la tierra a los pequeños campesinos.

"Sin seguridad en la propiedad podremos tener un efecto en cadena de desplazar diferentes actividades a tierras marginales", acotó.

El gobierno ya es consciente de esos riesgos.

La ministra de Ambiente, Marina Silva, dijo que su país "esta haciendo algo que puede ser paradigmático para otros países" que es establecer zonas agrícolas específicas para cultivar biocombustibles.

"Brasil ya tiene un mapa de áreas prioritarias para la preservación de la biodiversidad" y existe una norma del Ministerio de Agricultura que prohíbe el cultivo de caña de azúcar en la Amazonia, afirmó.

"Se trata de un esfuerzo que va a orientar la producción de biocombustibles. La decisión del gobierno es que esa producción no comprometa, en hipótesis alguna, la seguridad alimentaria y que tenga una base sustentable", subrayó.

Para diversificar los biocombustibles y evitar monocultivos como el de la soja, el gobierno brinda incentivos fiscales a los productores de biodiésel que compren materia prima a pequeños cultivadores, exponentes de la agricultura familiar.

El secreto, según Dauster, es crear nuevas alternativas bioenergéticas para dar opciones económicas también a los pequeños productores.

La pregunta todavía sin respuesta es qué capacidad de oferta y competencia tendrán esos pequeños campesinos respecto de los grandes grupos de inversionistas nacionales y extranjeros que comienzan a actuar a gran escala en el sector bioenergético brasileño.