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Cultivos Transgénicos o Soberanía Alimentaria

Elizabeth Bravo.

Ecuador.

Acción Ecológica.

Al tratar el tema de los organismos transgénicos en realidad no estamos hablando solamente de una nueva tecnología sino que de un intento total de controlar la vida y toda la cadena alimenticia. De ello son responsables las empresas transnacionales, que actúan apoyadas por la Organización Mundial de Comercio, y las fusiones que en definitiva están controlando el mercado.

Esta situación se facilita por el reconocimiento que se hace en la actualidad de los derechos de propiedad intelectual de productos de la biotecnología a través de los TRIPS, que son los organismos de la Organización Mundial de Comercio -OMC- o de leyes nacionales. Hay que agregar además una serie de mecanismos técnicos, como por ejemplo organismos transgénicos que pueden controlar la fertilidad de las semillas y que, en definitiva, manipulan la vida.

Ante esta situación han surgido algunas alternativas por parte de la sociedad civil, así como campañas en contra del no patentamiento de la vida y , a nivel de los gobiernos, el denominado Protocolo de Bioseguridad, logrado en el marco del Convenio de Diversidad Biológica.

Cuando se negoció el Convenio antes mencionado, por presión de algunas ONG’s y de gobiernos (como Etiopía, Malasia y otros) se llegó a incluir un artículo - el Nº19/3 - mediante el cual se obligaba a que dentro de este acuerdo exista un Protocolo de Bioseguridad para que reglamente el uso, manipulación, transferencia y movimiento de organismos vivos modificados.

Desde un principio los países desarrollados pusieron una serie de trabas a este Protocolo.

Luego de seis reuniones de trabajo se llegó a un texto en el que realmente no había consenso porque existían 3 posiciones sumamente marcadas. Una era la de los Países del Tercer Mundo, exceptuando a Argentina, Uruguay y Chile; la segunda, de la Unión Europea (UE) y, tal vez, de los países de Europa Oriental; y una tercera, era de un grupo que emergió en la última reunión de Protocolo que se autodenominó "Grupo de Miami", el que está conformado por Argentina, Uruguay y Chile más Estados Unidos, Canadá y Australia.

El propósito de este grupo era que no hubiera Protocolo y, en alguna medida lo consiguió.

Antes de que ello ocurriera, la idea era que el movimiento transfronterizo de organismos vivos modificados estuviese normado por un acuerdo fundamentado previo entre el país que va a exportar el organismo y el ente que va importarlo, el que debía sustentarse en base a una evaluación de riesgos.

Los países europeos defendieron mucho el llamado "Principio de Familiaridad". Esto significa que cuando ya se sabe lo suficiente de un organismo vivo modificado, es decir un transgénico, ya no hace falta hacer evaluaciones de riesgo.

Los países del Tercer Mundo en cambio, defendían el "Principio de Precaución", es decir que la falta de pruebas científicas no es una razón para que no se lleve adelante una evaluación de riesgo o para que no se tomen medidas para impedir, por ejemplo, la introducción de un organismo a un determinado lugar.

La discusión respecto de esta evaluación de riesgo apuntaba a que se consideraran los peligros para la salud humana, los impactos socio-ambientales y culturales, y que se incluyeran los productos farmacéuticos.

La UE proponía listas positivas y negativas. Las primeras significaban que los organismos que quedaran dentro de esta categoría serían los únicos que tendrían que pasar la evaluación de riesgo. Las listas negativas en tanto, eran las que indicaban los organismos que no podían entrar en la evaluación de riesgo. También se propusieron mecanismos bilaterales, multilaterales y regionales, mediante los cuales se salía de los ámbitos del Protocolo.

Es decir la UE, como bloque, podía basarse exclusivamente en el Acuerdo de Lomé y toda la transferencia de organismos modificados se trataba desde la óptica de este tratado, saliéndose de este modo del Protocolo. Lo mismo ocurría con la APEC y cualquier convenio regional. La intención era, por supuesto, debilitar el Protocolo para que éste quedara reducido a una instancia netamente simbólica.

Por su parte, el Grupo de Miami estaba totalmente en contra de que hubiese algún mecanismo de responsabilidad civil o compensación en caso de daños, mientras que la UE era partidaria de posponer hasta que hubiera un protocolo y sólo una vez que las partes se reunieran, comenzar a trabajar en algún mecanismo de compensación.

Pese a que ya en el encuentro de Yakarta se pidió que se regulara el uso, manipulación, transferencia y movimiento transfronterizo de transgénicos, al cabo de la sexta reunión solamente se abordó lo relativo a este último punto, dejando de lado el tránsito y el transbordo de este tipo de organismos.

Es decir, un país como Panamá, que tiene el mayor tránsito marítimo del mundo, no podía exigir ningún tipo de evaluaciones y ni siquiera que se le avisara que por sus aguas pasarían cargas de transgénicos.

Otro aspecto en que el Grupo de Miami estaba en contra era el del etiquetado. Estados Unidos alegaba que ellos tienen la práctica de mezclar todos los granos y que es técnicamente imposible, el que se pueda separar granos transgénicos de los que no lo son. De hecho, cuando algunos científicos dijeron que eso sí puede lograrse mediante pruebas genéticas, ellos dijeron que eso era ilegal y que era una traba al comercio.

El Grupo de Miami defendía además la información confidencial, es decir, que solamente podía ser de público conocimiento el nombre de la empresa, la dirección de ésta y el nombre de la planta. Incluso, planteaban que hasta el producto que se quiere introducir podía ser considerado confidencial y que para hacer la evaluación de riegos en base a la información, se podía acceder a bases de datos que son de dominio público de todos los países. De ahí la importancia de este punto porque si un país, alguna ONG o un grupo de campesinos acceden a información que es confidencial, se les puede llevar a la Corte porque están violando precisamente la confidencialidad de la información. Así, es muy difícil saber si un organismo va a tener, por ejemplo, impactos en el medioambiente, ya que se carece de la información suficiente.

Otro aspecto que se discutió y que era defendido por el Grupo de Miami era que el Protocolo quedara bajo la supervisión de la Organización Mundial de Comercio, para que ante la eventualidad de un conflicto, en definitiva prevalecieran los intereses de ésta.

Afortunadamente las negociaciones del Protocolo fracasaron, porque de lo contrario hubiéramos tenido un instrumento internacional mediante el cual los países no tendrían derecho a rechazar el movimiento transfronterizo de organismos transgénicos.

Pero el aspecto más importante que surgió en la Reunión es que el Grupo de Miami propuso y sostuvo que no puede entrar en el ámbito del Protocolo lo que se llaman "artículos de consumo", es decir solamente se considerarían aquellos productos que pueden ser sembrados y depositados en el medioambiente. Es decir, si se quiere introducir en Chile tomates que van a ser cultivados en invernadero, eso ya no entraría en el Protocolo, circunstancias bajo las cuales no había condiciones reales para que éste funcionara, lo que en definitiva determinó que las negociaciones fracasaran.

Los cultivos transgénicos están avanzando dramáticamente, sobre todo en América Latina. Ello porque en Europa se está rechazando a países como Grecia, Austria y Luxemburgo, donde existen moratorias a la introducción de estos cultivos, y a países como Francia e Inglaterra donde hay moratorias temporales. Entonces las empresas transnacionales están viendo en América Latina el patio trasero donde mandar todas las semillas transgénicas.

Si bien es cierto que los mayores cultivos están en Argentina, en todos los países de América Latina existen en este momento experimentaciones de campo. Por ejemplo, para el área andina una estrategia de la empresa Monsanto es comenzar a sembrar masivamente algodón y maíz transgénico, ante lo cual un grupo de organizaciones de América Latina nos reunimos en Quito en enero de 1999 e hicimos una declaración en la que exigimos:

Es decir, básicamente se está llamando a una moratoria a nuevas liberaciones de organismos transgénicos. Además de ésto hay que considerar que no sólo es importante hablar de seguridad alimentaria, sino que también de soberanía alimentaria, que es un concepto que están trabajando mucho las organizaciones campesinas. Esto significa, en definitiva, que tanto los movimientos campesinos como los gobiernos tengan derecho de decidir que van a sembrar, que tecnología utilizar, a quien vender y que si desean guardar sus semillas que las guarden, para que ante todo los países sean autosuficientes para poder abastecerse en alimentación, puesto que no sólo se trata de cantidad de productos cultivados.

Es un aspecto fundamental que los campesinos guarden sus granos, trabajen en la recuperación de semillas tradicionales y en la conservación de las prácticas tradicionales, así como la importancia de pensar en términos de soberanía alimentaria en lugar de ganancias económicas que pueden ser muy buenas a corto plazo, pero que pueden desencadenar todos los impactos aquí expuestos.

*En "Memoria de Seminario Internacional Control Ciudadano para la Fiscalización y el Uso de Plaguicidas, Santiago de Chile 25,26,27 de mayo de 1999". Editado y Publicado por Alianza por una Mejor Calidad de Vida.