Fuente: Prensa OLACH 29 de julio de 2009

Trabajadores mutilados: los costos silenciosos que dejó la industria del salmón

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La salmonicultura en Chile tiene la segunda tasa de accidentabilidad más alta del país (8,27%), siendo sólo sobrepasada por la construcción y exhibiendo una cifra superior a la media nacional cercana al 7%. En la foto Ana Méndez, quien sufrió la amputación del pulgar de su mano izquierda. Prensa OLACH, 29 de julio de 2009.

20 mil trabajadores y trabajadoras se estiman han perdido su empleo desde que detonó la crisis del virus ISA en la industria salmonera hace dos años, dejando en la incertidumbre a miles de familias del sur austral del país, entre los trabajadores y trabajadoras cesantes se encuentran muchas personas que entregaron mucho más que su esfuerzo a esta industria.

Durante el año 2008 la Dirección del Trabajo recibió en total 22 denuncias por accidentes de trabajo en plantas de proceso o centros de cultivo con consecuencias graves o resultados de muerte. Este 2009 la cifra por el mismo ítem bordea los seis casos, siendo un mínimo reflejo de la realidad que ocurre en la industria de las “ovas de oro”, donde los trabajadores deben soportar ambientes de alta humedad o expuestos directamente a los inclementes elementos, bajas temperaturas, posiciones y movimientos repetitivos, permanencia de pie por largas horas y a raíz de esto son propensos a sufrir enfermedades como tendinitis, cistitis y accidentes por desplazamiento por mencionar algunas.

Según datos del Instituto de Seguridad del Trabajo (IST) del año 2006, en los centros de cultivo los accidentes llegan al 11,2% y en las plantas de proceso, a un 14%.

Ana Méndez, una ex trabajadora salmonera, despedida en marzo de este año luego de haber trabajado por nueve años en la planta de Cultivos Marinos Chiloé nunca olvidará la experiencia vivida en la otrora industria del salmón, pues maniobrando una maquina despieladora sufrió la amputación del pulgar de su mano izquierda.

Ocultando su mano accidentada, esta madre de cuatro hijos relata emocionada lo complicado que fue vivir esa situación, más aún cuando la empresa fue totalmente irresponsable con el incidente, no recibiendo además ninguna capacitación previa para poder utilizar el artefacto “en el momento del accidente estaba con ropa que no era la adecuada, no estaba con guantes anticortes, estaba con guantes de lana… me acuerdo que muchas personas tuvieron problemas en esa máquina”, advierte.

De esta manera la señora Ana estuvo más de un año con licencia médica, teniendo que viajar constantemente a Santiago para que le tratasen su mano herida, sin recibir ninguna indemnización de parte de la firma. “A mí me operaron haciéndome un injerto de piel de una de mis piernas, pude haber perdido la mano completa pero alcancé a reaccionar”, expresó.

Daño psicológico y secuelas

Ya han pasado ocho años desde aquel fatal suceso, pero para ella parece que fue ayer cuando vio como su mano se apretaba en dicho aparato.

“Una amputación, lo que yo sufrí es un daño psicológico que hasta el día de hoy todavía está presente, no es un tema superado…pues la estética de las manos de una mujer es bien importante, antes siempre me cuidaba las manos me ponía cremas…sufrió toda mi familia, y sin apoyo de nada”, cuenta Méndez, quien añade que después de haberse “recuperado” fue reacomodada en un puesto acorde a su situación.

“Hay cosas que con la mano accidentada no puedo tomar, se me caen, es difícil manejarme pero he podido hacerlo, he superado muchas cosas, pero nunca olvidaré que para las empresas los trabajadores cuando sirven son solamente buenos empleados”, detalla Ana.

José Antipani,  es otro ex trabajador salmonero, sufrió un accidente en el año 2000 en el trayecto hacia el centro de cultivo de Holding and Trading donde él laboraba, y que se ubicaba entre Compu y Chanco en la comuna de Queilen. A raíz de ello hoy debe movilizarse ayudado de muletas, evidenciando así las secuelas que dejó el incidente.

“Estuve mucho tiempo con kinesiólogo y más encima sufrí una fractura de columna, lo cual me dejó bastante complicado, ahora no puedo hacer mucha fuerza y eso me dejó marcado de por vida”, puntualiza.

Según rememora Antipani, después de haberse recuperado fue colocado en el casino de la empresa, lugar donde fue constantemente presionado para realizar labores específicas que no podía cumplir debido a las secuelas que dejó en su cuerpo el accidente, “por todo eso me vi en la obligación de renunciar y dejar mi trabajo, teniendo que pasar por muchas peripecias para poder subsistir, más encima cuando la empresa bien poco y nada fue lo que ayudó”, expresa.

Demandas

Como suele ocurrir en estos casos la gran mayoría de los trabajadores nunca se atrevió a demandar a la empresa para pedir una indemnización. La razón. Miedo a perder el trabajo o tal vez por desconocimiento.

Ximena Saldivia, ex operaria de Cultivos Marinos, en noviembre del año 2007 sufrió un accidente al interior de la planta. Se cortó un dedo de la mano, perdiendo la mitad de éste.

“Tenían que evaluarme para una indemnización en su momento y resulta que la empresa no había mandado los papeles a la IST, no agilizaron los trámites, solamente cuando a ellos les conviene, pero aún estoy analizando si puedo o no demandar a la empresa ya que tengo cinco años como plazo para hacerlo”, argumenta Saldivia.

No fue fácil el panorama para esta jefa de hogar, ya que sumado a toda su problemática tuvo que soportar que la empresa no pagó sus cotizaciones durante algunos meses que ella permaneció con licencia.

Ropa de seguridad

Betty Comicheo, dirigenta del sindicato “Unión es Fuerza” de Cultivos Marinos Chiloé sostiene que igual fue víctimas de accidentes leves. “El trabajador nunca decía no cuando lo mandaban a hacer tal cosa, aún sabiendo que era riesgoso, y todo era porque había miedo”, subraya la sindicalista, recordando que muchas veces vio a compañeras sufrir accidentes.

Consultada por la ropa y los implementos de seguridad esgrime que “hoy en día estamos con túnicas completas de elementos de seguridad, donde si bien es cierto, el que no utilice los implementos es por irresponsabilidad, eso refleja que la empresa se ha hecho cargo, aunque faltan cosas todavía”.

Similar opinión es la que tiene Ana Méndez, quien manifiesta que “poco a poco fue cambiando la implementación de la ropa de seguridad”.

Empero varios coincidieron en que en muchas empresas la labor del prevencionista de riegos consiste más en un trabajo de oficina, que estar in situ viendo las falencias que presentan las instalaciones y corrigiendo errores que pudieron haber evitado una tragedia, como la que marcó las vida de Ana, Ximena, José y tantos otros más.