Proyecto Minero Pascua Lama

Fuente: latercera.cl 5 de marzo de 2006

Hermana Cristina Hoar: Su cruzada contra Pascua Lama

Hermana Cristina contra Pascua Lama
Hermana Cristina Hoar
  Una religiosa indonesia recorrió durante años el interior de Huasco, III Región, para advertir a la gente sobre la catástrofe ecológica que anunciaba el yacimiento Pascua Lama. Aunque el proyecto fue recién aprobado, enfrentará severas trabas ambientales. A pesar de todo, la artífice de la resistencia local asegura que "ganaremos la batalla".

Todo empezó con una lista de respuestas subrayadas con lápiz rojo. A principios de 2001, la hermana Cristina Hoar (55 años), de la Congregación alemana Misioneras Siervas del Espíritu Santo y su amigo, el concejal de Alto del Carmen Santiago Luis Faura (DC), se reunieron para estudiar las 36 respuestas de la minera canadiense Barrick Gold a la consulta ciudadana realizada el año anterior en Alto del Carmen, al interior de Huasco, en la Tercera Región, sobre el controvertido proyecto minero de oro y plata Pascua Lama. Las dudas más inquietantes radicaban en que la faena podía contaminar el agua de los valles transversales Del Tránsito y San Félix, o destruir los glaciares Toro 1, Toro 2 y Esperanza que, al principio, la empresa pretendía trasladar de lugar.

Aunque la hermana Cristina no tenía mucho interés en el proyecto, porque estuvo ausente de Chile durante un año, al regresar, el concejal insistió en la necesidad de tener detalles sobre lo que se avecinaba. “Me dijo que había cosas que no se entendían, y que algunas eran chamullentas de parte de la empresa y de parte de la autoridad ambiental. Ahí aprendí qué significa chamullar”, recuerda la religiosa de nacionalidad indonesia.

El análisis del cuestionario tardó un día entero. “Decidimos marcar con verde las respuestas que entendíamos bien y que estaban conformes con la pregunta. A las preguntas y respuestas que no entendíamos les pusimos rojo, y, a las que no tenían sentido, amarillo. Salieron más rojos que los otros dos. Entonces despertó mi deseo de acompañar al pueblo. ¿Cómo podían jugar así con la gente?”, dice con voz muy suave.

“Un país democrático tiene que llegar a las personas con información clara, efectiva, eficiente, respetuosa. Siempre digo que somos sencillos, pobres y merecemos respeto, porque este país es de todos y tenemos la misión de cuidarlo”, señala.

Para la religiosa, sólo Dios podía estar detrás de ese momento. En especial porque, hasta entonces, la hermana Cristina era una entusiasta del futuro yacimiento de oro más grande del mundo que se emplazaría justo en la comuna que la recibió en 1988. Incluso, cuando viajaba a la casa provincial de la orden en Santiago, comentaba el positivo impacto que tendría la inversión de US$ 1.500 millones sobre la comunidad compuesta por humildes campesinos y cabreros. “Les dije a las hermanas 'todo nuestro valle va a ser el más rico, porque tendremos la mina más grande, con el oro más precioso y caro del mundo'”, recuerda.

La hermana Cristina conocía en detalle el lugar donde se instalaría el yacimiento. Incluso caminó sobre los glaciares, a 4.600 metros sobre el nivel del mar en 1994, invitada por los mineros que realizaban sondajes en el lugar desde 1985. “Es una historia que da para reírse”, anuncia. “El ´94 nos invitaron a dar atención religiosa en la montaña, donde está el campamento minero, a 2.800 metros de altura. La secretaria, que nos conocía, nos llamó para dar misa una vez al mes. Entonces subíamos con el cura de la parroquia Nuestra Señora del Carmen”, explica.

Casi un centenar de trabajadores asistía a las misas montañesas. “Eramos muy amigos con ellos. Nos llevaban hasta la cumbre de la mina, y desde allí admirábamos la grandeza del valle. Al otro lado estaba Argentina. Nos mostraron los glaciares, era hermoso. Aunque nosotros ni palote entendíamos de eso”, señala.

Los trabajadores incluso le mostraron una foto satelital que revelaba la enorme mancha de oro que yacía a 80 metros bajo tierra. “Era muy positivo, era riqueza para el país”, dice.

“Dios puso la fuerza”...

Las dudas más inquietantes de los lugareños radicaban en que la faena podía contaminar el agua que riega los valles o destruir los glaciares Toro 1, Toro 2 y Esperanza.

Cuando la hermana Cristina llegó a Alto del Carmen, acompañada por otras dos religiosas de su orden, le impresionó la lejanía y la precariedad de la comuna. No había teléfono, ni luz, y el camino que la unía a Vallenar, la ciudad más próxima, era una huella de 70 kilómetros sin pavimentar.

En 1988, la desconfianza campeaba entre los lugareños. El régimen militar había minado los lazos comunitarios e, incluso, las personas recibieron con temor a las hermanas e insistían en preguntar si eran misioneras o religiosas. “Siempre me quedaba pensando por qué nos preguntaban. Con el tiempo supe que había una diferencia. Algunos sacerdotes llevaban jóvenes universitarios de Norteamérica a hacer misiones, 'son gringos', decían ellos. Y las religiosas venían con su hábito y con una congregación. Empezamos a responder que éramos 'misioneras religiosas'”, explica.

Esa resistencia inicial cambió radicalmente en 1991, con la llegada de la democracia. “Son cabreros, agricultores, personas muy humildes que viven aisladas. Justamente esta situación les da muchas reservas de comunicación, pero guardan cosas muy lindas, son solidarios, cariñosos, atentos, sencillos. Ellos son las semillas de la palabra de Dios, porque son muy religiosos”, acota.

Cuando años después la hermana Cristina vio que el rojo teñía su cuestionario, su opción fue una sola. Sólo había que resolver qué hacer.

La respuesta llegó en junio de 2001. La religiosa tuvo que viajar a Santiago a la reunión de Justicia, Paz y Ecología, un grupo de estudio y reflexión de su orden que analiza el trabajo social, educativo y de evangelización que realizan en Chile. Al principio, la hermana invitó también al concejal Patricio Rojas (RN), quien en último minuto no pudo viajar. Entonces, la religiosa llamó a Faure, quien la acompañó para exponer sobre las consecuencias que tendría Pascua Lama.

A los delegados del norte, centro y sur del país les impactó la amenaza ambiental que anunciaba el proyecto. En particular a uno, el teólogo laico Raúl Rosales, del Centro Ecuménico Diego de Medellín, una institución de reflexión religiosa con sede en Santiago. “En esa reunión, Dios puso la fuerza”, recuerda la religiosa. “Cuando presentamos este caso, contándoles sobre la consulta ciudadana, don Raúl lo tomó muy en serio”, dice. Lo que siguió fue el viaje del teólogo y reportero Manuel Ossa a la zona en agosto de 2001, quien publicó un artículo en la Revista Pastoral Popular, perteneciente al Centro Ecuménico. El título del artículo era inequívoco: “Un valle se muere”.

De vuelta en Alto del Carmen, la religiosa le recomendó la lectura a Patricio Rojas, y el concejal la mostró en sesión del concejo municipal. “Estaban enojadísimos, todos reaccionaron negativamente porque ninguno sabía. Incluso pensaron en querellarse contra Manuel Ossa”, dice la religiosa. La mecha había sido encendida.
No queremos...

“Un país democrático tiene que llegar a las personas con información clara, efectiva, eficiente, respetuosa. Somos sencillos, pobres y merecemos respeto, porque este país es de todos y tenemos la misión de cuidarlo”.

Lo que la hermana Cristina no sabía era que Ossa ya enfrentaba una demanda de Barrick Gold “por publicar mentiras”, donde también se incluía al Centro Ecuménico Diego de Medellín y a las hermanas de la Congregación Misioneras Siervas del Espíritu Santo que habitaban el valle.

Los cargos llegaron a oídos del obispado de Copiapó, donde también ignoraban los alcances de Pascua Lama. El recién asumido obispo Gaspar Quintana recomendó a la religiosa “hacer las cosas con cuidado e informarle siempre”. “Nosotros, en el valle, tomamos la cosa en serio, porque estábamos allí mismo y sabemos qué significa todo esto. Los agricultores dicen que habrá destrucción en el valle, que se envenena el agua. Hay señales concretas de contaminación. Se murieron los árboles en las orillas de los ríos, y eso nunca se había dicho como en esa investigación”.

-¿Recibieron presiones de Barrick?

“Presión concreta, directa, no. Siempre nos visitaban, incluso nos seguían ofreciendo cosas o proyectos para ayudar en la misión. Si queríamos un internado o hacer estudiar a los niños, pero nosotros no aceptábamos porque no había necesidad, y su estrategia de buen vecino la hacen muy bien” . La tensión fue previa, y más sutil. En 1998 se suspendió la atención religiosa en el campamento y la última petición de asistencia fue para la bendición de una pista de aterrizaje construida por la minera en las cercanías en mayo de 1999.

El artículo periodístico fue el inicio de la alerta en las 32 comunidades del interior. “Empezamos a reflexionar sobre qué significaba esto para nuestro valle, qué queríamos y cómo lo defendíamos. Nuestro plan es ponernos del lado de la naturaleza, y la creación como nuestra meta, que debemos cuidar, respetar, cultivar y proteger para que sirva a todos”, explica.

La acogida de casi 300 lugareños de todo el valle fue positiva. “Nos impulsaron a seguir concientizando sobre la naturaleza y la contaminación. Para eso tuvimos que estudiar qué significa la faena minera y la contaminación directa que genera”, dice. La hermana Cristina aprendió de arsénico y de procesos industriales, asistiendo a 15 seminarios dictados por expertos de la ONG Observatorio Latinoamericano de Casos Ambientales (OLCA). La religiosa explicaba a los lugareños que la explotación traería más mal que bien. Incluso, que podían aumentar los accidentes de tránsito con el alto tráfico de camiones. “La carretera, que es el camino hacia el interior, tiene muchas curvas. Una vez contamos 192 curvas desde el tranque hasta Alto del Carmen. El obispo contó 199”.

No organizaron marchas ni protestas. La religiosa comenta que la gente tenía miedo a expresarse. “Decíamos no vamos a causar violencia, queremos concientizar primero, entender bien el tema, para después hablar donde tengamos que hacerlo”, reseña. Tal fue el efecto de sus reuniones que la municipalidad terminó invitando a la religiosa a los encuentros que sostenía con los delegados de la empresa y de Conama. Allí le preguntaban por qué creía que el valle iba a morir. “No queremos que se contaminen los ríos, no queremos que se destruyan los glaciares, no queremos que pasen miles de camiones por nuestra carretera porque es muy peligroso”, replicaba.

Ganaremos...

En 2003, la hermana Cristina viajó de urgencia a Indonesia. Su madre estaba muy enferma. A su regreso, su congregación la eligió para hacerse cargo de la Casa Provincial como coordinadora local del Convento Espíritu Santo, en Las Condes. Dejó el valle luego de 15 años. Pero antes de partir, cumpliendo su voto de obediencia, dejó listo el plan para continuar con el proceso de concientización que acometerían las religiosas que tomaron su lugar y los laicos que la acompañaron en su cruzada. Esta vez, hasta Vallenar, Huasco y Freirina.

Para ello había formado en la parroquia los grupos Justicia, Paz y Ecología, el Grupo Pro Defensa del Ecosistema del Valle del Tránsito y la actual Pastoral Salvaguarda de la Creación. A su juicio, su mayor triunfo fue que las personas lograran sacar la voz. “La gente ya sabe hablar, decir las cosas. Se defienden. Ya tienen valentía para pedir informaciones. Incluso, en julio del año pasado, se hizo la primera marcha en Vallenar”, dice.

“Creo que si hubiéramos hecho un plebiscito para aprobar o no el proyecto, la gente habría dicho no a Barrick”, reflexiona. Recuerda que entre 1998 y 2000, la empresa prometió cursos de capacitación a los jóvenes del valle para que estuvieran listos en el momento de comenzar la faena. La religiosa se entusiasmó tanto con la idea que incentivó a una treintena de muchachos de Chollay, en el valle del Tránsito, la comunidad que recibiría el impacto más inmediato al iniciarse la explotación, a 110 kms de la mina.

La promesa no se cumplió, pero la hermana Cristina consiguió fondos y envió a 12 jóvenes a capacitarse en Santiago en gasfitería, soldadura y maquinarias. “Terminaron el curso, volvieron, y no pasó nada”, dice.

El 15 de febrero pasado, cuando la hermana Cristina estaba de vacaciones en Fresia, cerca de Puerto Montt, se enteró de que la Comisión Regional de Medio Ambiente de Atacama (Corema) le había dado luz verde a Pascua Lama. También supo que la aprobación prohíbe cualquier modificación a los glaciares, entre varias restricciones ambientales para proteger la reserva hídrica del valle. “Mi reacción fue decir 'yo sé que vamos a ganar'” .

-¿Y qué significa ganar?

“Que Barrick no va a destruir el valle con su proyecto de una mina de tajo abierto y destruir o trasladar los tres glaciares principales Toro 1, Toro 2 y Esperanza. Que la gente se sienta valorada, respetada. Si cambia la manera de trabajar, ya es una ganancia”. La religiosa tiene fe en el futuro. Sigue en permanente contacto con sus amigos del valle y buscando informes en internet sobre casos ambientales que involucran a Barrick Gold. “Cuando los llamo, les digo '¿qué sería del valle si no lo hubiéramos hecho?, porque hemos tenido la tentación de hacer nada. Era un megaproyecto y cómo íbamos a hablar nosotros y quién nos iba a escuchar desde allá. Tenemos que cambiar la batalla de Huasco a una batalla nacional. Tengo confianza de que habrá cambios”, asegura. \\