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Conflictos ambientales en Brasil
Fuente: IPS
, (14/05/06)
Construyendo una opinión pública subimperialista
Análisis de Mario Osava
RÍO DE JANEIRO, may (IPS) - La nacionalización de
los hidrocarburos en Bolivia despierta en Brasil
una furiosa ola de opiniones patrióticas que
exigen al gobierno una reacción más firme en
"defensa de los intereses nacionales", sin
atender al hecho de que tales intereses, esta
vez, están físicamente en otros países.
Las críticas a la "tibieza" oficial explotan
y fomentan el sentimiento nacionalista que es
tradicional, pero que gana ahora una nueva
naturaleza en Brasil. Ya no se trata de defender
el territorio, la dignidad y las riquezas internas, sino el capital exportado.
La diplomacia brasileña y el presidente Luiz
Inácio Lula da Silva están bajo duros ataques por
haber reconocido el "derecho soberano" de Bolivia
sobre sus recursos naturales. Las falencias del
pretendido liderazgo sudamericano y de la
política externa de Lula son contabilizadas por
embajadores jubilados, expertos de relaciones
internacionales, artículos editoriales y análisis periodísticos.
"Capitulación", "humillación" e "incapacidad"
son términos usados para condenar la "timorata"
respuesta brasileña tanto a la decisión boliviana
como a la actuación del presidente venezolano,
Hugo Chávez, señalado como nuevo líder regional y
"mentor" del mandatario Evo Morales. No faltaron
las sugerencias de represalias.
El "populismo" es el estigma reiterado para
restar legitimidad a los "agresivos" gobiernos de
Chávez y de Morales, cuyo acercamiento a Cuba
hace recordar viejas paranoias de la guerra fría.
América del Sur vive una "desintegración", en
lugar de construir la comunidad con que soñaba
Brasilia, concluyeron muchos críticos.
El subcontinente estaría dividido entre el
"eje populista" y antiimperialista de Bolivia y
Venezuela, en un extremo, y en el otro los países
que prefirieron el libre comercio con Estados
Unidos, como Colombia y Perú, y en el medio
quedan los gobiernos moderados,
"socialdemócratas" según la definición de
algunos, como los de Brasil y Argentina.
Se insiste en la "pérdida" del liderazgo de
Lula a favor de Chávez como forma de golpear al
presidente brasileño, en coincidencia con los
intereses opositores de debilitar sus
posibilidades de reelección en octubre. Pero el
argumento hiere también al orgullo nacional.
Toda esa campaña reclama reacciones duras
contra Bolivia por haber decretado la
nacionalización de sus recursos energéticos el 1
de este mes. Se arguye que se trata de "defender
intereses nacionales" y el cumplimiento de
contratos entre los dos gobiernos y entre sus
empresas petroleras. Se protesta contra la
expropiación a la estatal brasileña Petrobras,
que invirtió cerca de 1.500 millones de dólares en el país vecino.
Además, se recuerda la generosidad de Brasil,
que condonó una deuda de 52 millones de dólares y
abrió su mercado a las exportaciones bolivianas,
que de 23 millones de dólares en 1999 subieron a
990 millones el año pasado, gracias al gas
natural transportado por el gasoducto construido
por Petrobras y concluido a fines de 1998.
Pero los datos más impresionantes se refieren
al peso económico de Petrobras en Bolivia. Las
actividades de la empresa aportan 18 por ciento
del producto interno bruto boliviano, 24 por
ciento de la recaudación impositiva, 95 por
ciento de la refinación de hidrocarburos, 23 por
ciento de la distribución de derivados y 46 por
ciento de las reservas gasíferas.
La proporción allí es excepcional, pero la
presencia de empresas brasileñas es visible en
casi toda América del Sur. La cervecera Ambev
adquirió industrias similares en varios países,
la constructora Odebrecht ejecuta obras variadas,
y marcas brasileñas aparecen por todas partes.
Petrobras, dueña de muchas gasolineras en
Argentina, afronta problemas también en Ecuador,
donde movimientos ambientalistas e indígenas
protestan contra su explotación de un yacimiento en el Parque Nacional Yasuní.
El capitalismo brasileño está en expansión
transnacional, especialmente en los países
vecinos, y acaba de recibir en Bolivia el "primer
bofetón" nacionalista, definió Clovis Brigagao,
director del Centro de Estudios Americanos de la
privada Universidad Cándido Mendes de Río de Janeiro. Vendrán otros.
El conflicto --tratado con "histeria" por
algunos sectores brasileños, incluida la prensa,
según el comentarista político del diario Folha
de São Paulo, Janio de Freitas-- se acentuará.
La tensión entre los dos países ya se está
agravando por discrepancias en la negociación de
las retribuciones a Petrobras y de los precios del gas.
La empresa estatal es un símbolo del
nacionalismo brasileño, nació en 1953 como
resultado de una amplia movilización popular que
se repitió en los años 90 para impedir su privatización.
La indignación contra las actitudes
bolivianas, manifestada por formadores de
opinión, tenderá a expandirse en la población
cuando llegue el inevitable aumento del precio
del gas boliviano, que abastece más de la mitad
del consumo brasileño, y también cuando La Paz
materialice su anunciada reforma agraria, afectando propiedades de brasileños.
La expansión brasileña incluye a centenares
de miles de agricultores que cruzaron las
fronteras, la mayoría ocupando tierras
paraguayas. En Bolivia habría 30.000 inmigrantes
brasileños, entre ellos hacendados que producen
buena parte de las exportaciones bolivianas de
soja, entre 35 y 60 por ciento, según distintas estimaciones.
Morales anunció que expropiaría tierras
improductivas y fincas ilegales, como son las de
extranjeros en una faja de 50 kilómetros a lo
largo de la frontera, justamente donde se han asentado muchos brasileños.
A inicios de los años 70 surgió la expresión
"subimperialismo" brasileño, estimulada por la
afirmación del entonces presidente estadounidense
Richard Nixon de que América Latina seguiría el rumbo tomado por Brasil.
El cargo se basaba en razones ideológicas, la
entonces dictadura militar brasileña exportaba su
doctrina de seguridad nacional y servía a los
intereses de Estados Unidos, pero también se
temía un poder en expansión por el "milagro económico" que vivía este país.
Ahora Brasil tiene más intereses propios y
concretos que defender en el exterior, capitales
y patrimonios implantados en mercados ajenos. El
"sub" indicaría la condición de potencia menor, subregional.
Pero el país nunca será imperial, por su
cultura y por el carácter cordial de su pueblo
constituido de muchos inmigrantes, suelen decir
los analistas. Además, su inmenso territorio y un
mercado interno aún por desarrollarse, con gran
parte de la población que permanece excluida del
consumo, descartan la necesidad inmediata de expansión externa.
La reacción inicial al acto boliviano, sin
embargo, parece indicar que un sector de la
opinión pública nacional puede abandonar
rápidamente los principios de buena vecindad y no
injerencia que la diplomacia brasileña asegura
defender, por una política del "gran garrote".
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